El corazón orgulloso cree que puede manejar cualquier
situación o problema confiando solamente en sus capacidades y no en Dios. Si
antes orábamos y nos encomendábamos en las manos del Creador ante cualquier
desafío o situación del diario vivir, es probable que al pasar el tiempo ya no
confiemos el asunto al Señor pues sentimos que hemos crecido o madurado y
nuestro orgullo nos hace creer que podemos ser autosuficientes.
El
orgullo es una mala semilla que puede crecer en forma desmedida si no la
arrancamos a tiempo. Con respecto al pecado puede llegar a justificarlo en
alguna forma, no aceptando responsabilidad. El rey Saúl tenía una opinión
elevada de sí mismo. Esto lo llevo a tener actitudes desagradables ante Dios.
El señor lo envió a librar una batalla contra los filisteos pero le aclaro que
después de vencerlos no tomara botín de los mismos. Él no lo hizo así. Cuando
el profeta Samuel lo confronto respondió que los animales que había tomado eran
para ofrecer sacrificio a Dios. “Y Saúl respondió: De Amalec los han traído;
porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para
sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos”1 Samuel 15.15.
Sus palabras estaban llenas de orgullo. Quiso justificar su mal accionar. A
causa de esto Saúl fue desechado.
Cuando este mal toma control del corazón, vemos la manera de desobedecer al
Señor, al ser descubiertos, tratamos de justificar nuestro mal proceder argumentando
que teníamos intenciones valederas y razonables para hacer lo que hicimos.
David,
el siguiente rey de Israel tenía otro corazón. Espero pacientemente su reinado,
no se sublevo, a pesar de haber sido ungido como tal mientras Saúl todavía
estaba en el trono. Soporto celos, ira, traición de parte de este, pero no se
vengó, aun cuando tenía la capacidad de hacerlo. No permitió que el orgullo
dominara su vida. Supo esperar en Dios.
Luego en su reinado, cometió adulterio con la esposa de otro hombre, pero al
ser confrontado por el profeta Natán, inmediatamente se arrepintió y se humillo
ante Dios.”Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a
David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás.” 2 Samuel 12.13
Los
pecados de David fueron perdonados por el Señor, en cambio el orgullo de Saúl
lo llevo a la ruina. Examinemos nuestro corazón a la luz de Dios, eliminemos
cualquier indicio de orgullo. Si hemos pecado, humillémonos ante el señor en
confesión y arrepentimiento sincero, y así como David seremos perdonados y
restaurados.
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; y
ve si hay en mí, camino de perversidad, y guíame en el camino eterno. Salmo
139.23-24
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